lunes, 9 de noviembre de 2009

Italo Calvino - Paul Valéry


1. …padezco de una hipersensibilidad o alergia: tengo la impresión de que el lenguaje se usa siempre de manera aproximativa, casual, negligente, y eso me causa un disgusto intolerable. No se vaya a creer que esta reacción corresponde a una intolerancia hacia el prójimo: lo que más me molesta es oírme hablar. Por eso trato de hablar lo menos posible, y si prefiero escribir es porque escribiendo puedo corregir cada frase tantas veces como sea necesario para llegar, no digo a estar satisfecho de mis palabras, pero por lo menos a eliminar las razones de insatisfacción que soy capaz de percibir. La literatura –quiero decir la literatura que responda a estas exigencias- es la Tierra Prometida en la que el lenguaje llega a ser lo que realmente debería ser.
(Italo Calvino. Seis propuestas para el próximo milenio)

2. En 9 de cada 10 casos, es cien veces más fácil escribir una cosa bella que una cosa precisa.
Lo que oscurece casi todo es el lenguaje –porque obliga a fijar y generaliza sin que lo deseemos.
Hay que buscar, buscar incesantemente, aquello de lo cual todo cuanto decimos es sólo traducción.
(Paul Valéry. Cuadernos)

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Loro, pala, lila

Víctor estaba jugando esta mañana a encontrar palabras con la letra L. Mientras levantaba una torre con las piezas del lego iba entrando y saliendo del cuarto para informarme de sus hallazgos. ‘Lata también lleva L’, ha dicho mientras cogía más piezas de colores del tambor de cartón. De repente, se ha detenido en la palabra luna y ha empezado a deletrearla vocalizando lentamente. Luego ha dibujado las letras de la palabra en su pizarra dejándose guiar por los sonidos que pronunciaba en voz baja. Escrita la palabra, ha seguido el camino inverso deteniendo un dedo en cada letra y pronunciándola acto seguido con una sonrisa de satisfacción. En ese trayecto de ida y vuelta se ha entretenido un buen rato. Enfrascado como estaba en la tarea, mi interés le ha pasado desapercibido. Ha estado probando su recién adquirida habilidad con diferentes palabras (loro, pala, lila) hasta que, cansado, ha dejado la pizarra sobre la mesa y se ha vuelto a concentrar en la construcción de la torre de colores.

Supongo que para él el descubrimiento de ese misterioso atajo no revierte mayor importancia. No puede ver aún (o tal vez sí, su sonrisa de felicidad le delataba) las posibilidades infinitas de esos curiosos signos que desde hace un tiempo despiertan su atención, el vértigo combinatorio de las palabras y su poder de evocación. Es sólo un nuevo aprendizaje, me he dicho. Todos los niños empiezan a escribir a cierta edad. Sin embargo, he pasado el resto de la mañana rebuscando entre mis libros. Eligiendo, imagino, futuros anzuelos para su curiosidad lectora.
 
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