
Desde la cubierta del vapor Alcántara se distinguía con nitidez el perfil de la costa. El día estaba despejado. Aleister Crowley aguardaba impaciente su llegada a Lisboa para reunirse con el poeta Fernando Pessoa. Sin previo aviso, una espesa niebla descendió sobre el puerto de Vigo retrasando la salida del barco. Crowley intuyó la mano de Pessoa manejando los hilos de la caprichosa climatología. Cuando se presentó ante él, envuelto en una capa negra, le reprochó sus malas artes. Pessoa, experto fingidor, aguantó el tipo como pudo.
Ese primer encuentro tuvo lugar en el mes de septiembre de 1930 y fue un paso más en la relación entre ambos, inicialmente epistolar. La primera carta la envió Pessoa. Sus conocimientos astrológicos le habían permitido detectar un error de cálculo en la carta astral de Crowley, elaborada por él mismo y publicada en sus confesiones. Por entonces, Crowley (conocido también como Master Therion; Lord Boleskine; y Príncipe Chioa Khan) ya había sido expulsado de la orden esotérica Golden Dawn, acusado de practicar magia negra. La acusación se basó en el testimonio del poeta W. B. Yeats, que aseguraba haberle visto clavando alfileres en figuras de cera. Pessoa, que conocía suficientes detalles de la personalidad del hombre que se denominó a sí mismo el más malvado del siglo, recibió con inquietud la noticia de su visita. Queda constancia de que ambos se frecuentaron y practicaron ajedrez durante los dos meses que Crowley permaneció en el país.
El 25 de octubre el periódico ‘Noticias ilustradas’ daba cuenta de la misteriosa desaparición del invitado de Pessoa. El periodista que publicaba la noticia había encontrado una cigarrera y una carta en la carretera de la Boca do Inferno, un acantilado cercano a la población de Cascais. La carta iba dirigida a la amante de Crowley, Anni L. Jaeger, que le había acompañado en el viaje, y contenía el siguiente mensaje: “No puedo vivir sin ti. La otra Boca del Infierno me agarrará. No será tan caliente como la tuya”. Estas frases hicieron pensar a algunos en un suicidio pasional. Durante la investigación policial Pessoa fue citado a declarar, ayudó a interpretar la carta y reconoció la cigarrera como perteneciente a Crowley. Agentes de Scotland Yard desplazados a Lisboa averiguaron que el mago inglés había abandonado el país por la frontera de Vilar Formoso el 23 de octubre, tres días después de que su amante tomase un vapor rumbo a Alemania, a todas luces tras una discusión sentimental. Durante el interrogatorio, el mistificador Pessoa aseguró haber visto al mago en el centro de Lisboa al menos dos veces durante el día 24, puntualizando que no tenía claro si se trataba del Crowley de carne y hueso o bien de su cuerpo astral. Lo cierto es que el cuerpo de Crowley aguantó vivo otros 27 años para acabar sus días en una casa de huéspedes. Falleció de un ataque de asma. En la ceremonia de incineración se leyó su ‘Himno a Pan’, que Pessoa había traducido al portugués.
Una placa recuerda, en el acantilado de la Boca do Inferno , las circunstancias de la desaparición de Crowley. Pero algo más valioso queda de aquella historia: la novela inacabada de Pessoa sobre el supuesto suicidio, un manuscrito de centenares de páginas que forma parte de su legado inédito. A todos aquellos que reniegan de los números redondos les alegrará saber que 78 años y 19 días después de la desaparición del mago, la casa de remates Potasio 4 subastó en Lisboa una parte de dicho legado. El dossier Crowley fue adjudicado por su precio de salida, 50.000 euros, a través de una llamada telefónica. La misma cifra que un coleccionista anónimo pagó por el mítico arcón de madera que custodiaba los escritos más importantes de Pessoa.