
Cada noche, antes de dormir, Víctor me pide que le lea las exóticas palabras escritas en su funda nórdica: Macondo; Haití y Bora-bora. El estampado de su ropa de cama, amarillo y azul, es una isla con su correspondiente mapa del tesoro. Las tres palabras se repiten varias veces en el dibujo, entre cofres, caracolas y aprendices de pirata. Víctor las busca afanoso en ambos lados de la almohada . Bora-bora le hace gracia y Macondo le suena a insulto.
‘Eres un Macondo’, me dice. Su voz me llega amortiguada desde debajo del edredón, donde suele aventurarse en busca de esa misteriosa geografía. Mientras las palabras que pronuncia cobran vida en su imaginación, la mía me transporta a la antigua casa de mis padres: me veo de pie, a mitad de camino entre mi cuarto y el salón. Cansada de vociferar mi nombre sin obtener respuesta, mi madre viene a buscarme para la cena y me encuentra agachado en el pasillo, leyendo un artículo de un diario caducado (¿caducan los diarios?) que ella ha distribuido por el suelo después de pasar la fregona, para que no lo pisemos. La sigo, sorteando las noticias, hasta llegar al comedor. Sentado a la mesa, mientras los demás se sirven ensalada, me esfuerzo en apartar la mirada de la etiqueta del envase que probablemente sólo habla de conservantes y colorantes. Lo más vívido es la sensación de apremio: sé que no entiendo lo que estoy leyendo pero no puedo dejar de leer. Y así hasta hoy.
Viernes. Casi las ocho de la noche. Acaba de caer un buen chaparrón en Madrid. Ahora casi no llueve. Y para colmo, esta entrañable entrada.
ResponderEliminarUn saludo.
"Dan juego las pequeñas bestias, ¿eh?
ResponderEliminarMuy bueno".
Blanco me lo dijo a mi y yo, sin su permiso, te lo digo a ti.
Así me gusta: arrancás de caballo y parás de burro (como diría mi santa madre). Tras semanas de molicie, se nos acumulan las entradas, ¿no? Y encima buenas, so jodío.
ResponderEliminarEn cuanto al aceite del ungimiento, nuestra proveedora se reincorpora al trabajo el lunes y será tuyo.
Tienes razón dinosaurios hasta en la sopa
ResponderEliminar"El dinosaurio estaba hasta las narices" de sopa.
Por aquí ando.
Por cierto, esa foto de Marilyn terminando de leer el Ulysses de James Joyce me vuelve loco. No se te ocurra quitarla.
Veo que seguimos en fase parás de burra, pues nada, tú mismo con tu mismidad...
ResponderEliminar¿Para cuándo el regreso?
ResponderEliminarVeo que ni los espiritosos, ni los Long Panatellas ni (lo que es peor) mi bervorrea sirven para convencerte... ¿Tendré que pasar a la amenaza?
ResponderEliminargran homenaje a la imaginaria ciudad
ResponderEliminarque escribas, leches!!!
ResponderEliminar(te debo respuesta al mail, lo sé)
Pasó el puente y ni escribiste ni nos vimos... ¿Qué nos está pasando?
ResponderEliminarEn Buenos Aires compramos un libro de Felisberto Hernández. Me acordé de vos.
ResponderEliminarUn saludo.
Una proposición indecente: te invito a cine y cena. ¿Qué tal "Chico & Rita" de Trueba y Mariscal, primero, y un buen bife o un matambre con un Ribera, después? ¿Hace?
ResponderEliminarSolo una condición: escribe algo en el interín, majete.
Sí, pero cumplí la condición, ñato.
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